Este libro lo adquirí al
azar, como me gusta llegar a muchas lecturas. Habla sobre temas que me llaman
profundamente la atención, los humanos, aquellos que nos acarician, nos
golpean, nos elevan, nos hunden o nos llevan por caminos mil veces recorridos
por otros seres, pero que nunca llegan a ser igual, por lo que cada punto de
vista nos acerca a la manera en que cada quien se aproxima o sobrelleva estos.
En este libro el tema
central es la muerte de un ser querido cercano, aquel que de algún modo forma
parte del motor o motivación de otra persona, es decir todas las muertes son
dolorosas, pero mientras más cerca de la raíz toca, la cuestión se vuelve
realmente de seguir o no seguir.
Max Morden es el viudo
que durante este libro nos da un vistazo por su vida, de una manera directa y
desprovisto de adornos o vericuetos. Su niñez plasmada en un periodo que lo
marco, su entorno familiar, y la manera en que se fue dando la enfermedad de su
esposa, así como la relación que lleva con su única hija. Se van entrelazando,
teniendo como ambientación principal el mar.
El libro tienta una
delgada línea, donde va más allá de contar una historia, hurga en huecos
buscando encontrar lo que hay dentro, provisto de párrafos en los cuales si uno
se detiene con la suficiente tranquilidad, y los relee podrá encontrar perlas
de un belleza notoria. Pero también existen párrafos que denotan tristeza,
dolor, exploración.
Realmente un libro
pequeño pero lleno de todo un poco.
Párrafos que me hicieron
regresarme:
Se marcharon, los dioses, el día de la extraña marea. Las aguas de la
bahía, toda la mañana bajo un cielo lechoso, habían crecido y crecido,
alcanzando alturas inusitadas, las pequeñas olas inundaban una arena reseca….. Después
de ese día yo no volvería a nadar.
¿Cómo es que de niño todo lo nuevo que llamaba mi atención poseía la
aureola de lo misterioso, teniendo en cuenta que según todas las autoridades,
lo misterioso no es algo nuevo, sino algo ya conocido que regresa en una forma diferente,
convertido en fantasma?
En mitad del avance imperial que era nuestra vida juntos, un
sonriente bribón había salido de la multitud que nos vitoreaba y, esbozando una
parodia de una reverencia, le había entregado a mi trágica reina la orden de
arresto.
Que pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado
silencio a través de la oscuridad del otoño.
Bebo como alguien que acaba de enviudar, una persona de escaso
talento y más escasa ambición, agrisada por los años insegura y errante y que
necesita consuelo y el efímero alivio del olvido que provoca el alcohol.
Ese fue el pacto que hicimos, que nos aliviaríamos mutuamente la
carga de ser quien todo el mundo nos decía que éramos.
Chica ago-go
No quedan dudas de lo triste de la historia, seguramente yo me tardaría horas y horas tratando de leer entre las lágrimas :(
ResponderEliminarSaluditos Chica ago- go!
Hola Miriam, la verdad es que a mi se me hizo un poco nudo el estomago, pero vale la pena. Saluditos
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